domingo, 25 de diciembre de 2011

Navidad 2011




D. José Gras hace con mucho amor y ternura, una crónica detallada del Nacimiento de Jesús:


“Era el 24 de diciembre...el sol corría veloz a ocultarse, y sus últimos rayos doraban la cima de las rocas que rodean a Belén. Una doncella de una modestia sin igual y un artesano humilde, cuyo rostro resplandecía con singular dignidad, recorrían las calles pidiendo albergue para pasar la noche, pero, en vano. Para aquel grupo peregrino que llegaba de Nazaret; para aquella modestísima Virgen, que era al mismo tiempo trono vivo de Dios, pues llevaba al Verbo Eterno en sus entrañas, para aquel carpintero de Gali1ea cuya virtud majestuosamente reflejada en su porte, no era vislumbrada siquiera por las miradas egoístas, no hubo un corazón que se moviese a brindarles el más reducido aposento. Belén estaba lleno de forasteros que habían ido a empadronarse, cumpliendo la orden del César, y para el Rey que había sacado de la nada a los césares, no quedaba sitio. El crepúsculo vespertino iba adelantando, los últimos celajes del ocaso perdían sus matices, las estrellas de mas vivo centelleo comenzaban a romper la oscuridad de la atmósfera, cuando San José y la Reina de los serafines, abandonando la ciudad inhospitalaria, se dirigían a una excavación o caverna, convertida en establo, en que hallaron un buey y una mula. Allí rechazado de la sociedad humana, nació, brotando como un rayo de luz de la Estrella Inmaculada, María, el Sol que venía a disipar las sombras de muerte que envolvían al linaje humano” (El Bien dic. 1888, 3-4)